El peso de la cuna (extracto, publicado originalmente el 21 de marzo de 2013)
Estuve leyendo el artículo Chile: el peso de la cuna, de mi buen amigo Andrés Hernando, Harvard Boy con quien discutimos durante tantos años en el grupo CSP de Usenet.
Ni que decir que le tengo un enorme aprecio (así se parte siempre cuando uno quiere apuñalar a alguien) pero (y aquí viene la puñalada) no puedo estar más en desacuerdo con sus conclusiones.
Su enfoque econometrista muestra como se pueden usar los números al servicio de la ideología (vamos acuchillando) para llegar a conclusiones cliché que han demostrado por siglos ser equivocadas.
El argumento central de Andrés es muy sencillo: se basa en que "En Chile, de cada 100 niños que a los 15 años viven en un hogar en el 20 % más pobre (medido como riqueza en varios bienes durables), menos de nueve consiguen un resultado en el 20 % superior nacional en la prueba PISA de matemáticas, mientras que, de cada 100 estudiantes que pertenecen al 20 % de hogares más rico, más de 42 consiguen este logro".
Cosa que no pongo en duda, sin embargo a partir de esto hace un salto cuantico a una conclusión que solo alguien muy tonto podría tragarse, llegando a que : "Nuestros resultados reflejan las diferencias en los estímulos y la calidad formativa recibidas por los niños de hogares más acomodados respecto a los niños de familias más desfavorecidas. Para conseguir una sociedad meritocrática es necesario que la provisión de educación para los niños vulnerables sea de una calidad suficiente para contrarrestar esta ventaja inicial. Hoy en Chile esto no ocurre".
No hay ninguna razón ni la menor prueba que sostenga la afirmación que hay diferencias en los estímulos y la calidad formativa recibidas, tampoco hay razón para suponer que estos resultados podrían ser revertidos por medio de "actuar para evitar que estas brechas se produzcan, apoyando agresivamente a todos los niños que no tienen la fortuna de nacer en un hogar privilegiado".
El artículo ignora olímpicamente que correlación no implica causalidad y en este caso es evidentísimo que son muchos otros los factores que pueden ser determinantes de lo que él indica. Hemos tenido no solo años, sino siglos de fracaso de tales políticas agresivas que intentan nivelar a los que no tienen la fortuna de nacer en un hogar privilegiado.
Lo que dice Hernando (fíjense que ahora lo nombro por el apellido, esto irá empeorando en la medida que me irrite) no es nada nuevo: que los ricos tienen más oportunidades que los pobres y que estos últimos se deben esforzar más si quieren lograr los mismos resultados.
Es una perogrullada, yo nací en un hogar muy pobre y me tuve que esforzar mucho más que unos tarados que nacieron con la cuchara de oro en la boca, y aunque algunos de esos tontos hoy son doctores o empresarios con el alto auspicio de sus papis, igual son -algunos- unos tontos de capirote, no les tengo ni una pizca de envidia, al contrario, me caen muy simpáticos.
Y lo de las políticas agresivas es la más grande majadería que existe, le recomendaría a este economista cuyo nombre omitiré, lea a los chiflados de Rawls, Sen y sobre todo a John Roemer, bah, seguro que ya los leyó, pero que los relea y que compare lo que proponen con los resultados de la aplicación de esas políticas: fracaso, fracaso y fracaso.
Y lo que propone este señor columnista -que digo- este columnista, es más de lo mismo. Más costosos fracasos, más nivelación al mínimo común denominador.
En fin, creo que a este tipo cuyo apellido empieza con H, le envenenaron la mente los malditos jesuitas en su más tierna infancia, cuando logre curarse de ese virus pernicioso llegará ser el buen economista que está destinado por su inteligencia y credenciales (esta es la parte lisonjera, que incluyo por si alguna vez le tengo que pedir plata prestada o algún favor por el estilo).
Pero no todo está perdido, Andrés trabajó en Mideplan y fue parte de lo que yo creo es la joya de la corona del gobierno de Piñera: la erradicación de los fraudes con los beneficios sociales que, para mi entender, es lo único de valor que nuestro mediocrísimo presidente logró en cuatro años. Algo de eso escribiré en un futuro muy cercano, por ahora lo dejo hasta aquí nomás.