03 junio 2012

Nada cambia

Ahi está don Silvio que a los 82 años es el peluquero más antiguo de Arica, todavía junto con don Luis en calle Patricio Lynch pasado Sotomayor. El Tomás Jr. se corta el pelo con don Luis desde que nació y me reprochaba que no puedo llamarme verdadero ariqueño si me corto en la primera peluquería que encuentro desocupada del Edificio Richard, que los gentlemen ariqueños se deben cortar el pelo en la peluquería tradicional de la ciudad.

En los años 70 -cuando me daba miedo ir a la peluquería- ellos eran los peluqueros más famosos de Arica, atendían en la parte baja del casino y fueron los primeros a los que había que pedir hora para cortarse el pelo. También eran los más caros. En esos años yo era muy pobre y solo fuí un par de veces allá, cuando andaba millonario. Eran una especie de peluqueros del jet set en el pequeño y polvoriento pueblucho que era Arica en esos años. La foto es gracias a la cortesía involuntaria de El Morrocotudo.

Pasaron los años y a la peluquería ahora van mayormente por costumbre son los ariqueños antiguos y sus hijos. Es una especie de club. La cosa es que fuimos hace un par de días, nos cortamos el pelo, bromeamos y lo pasamos bastante bien. Todo por módicos US$ 6 cada uno.

Me comentaba Tom McDonnell esa curiosa característica de Arica donde nadie queiere cambiar ni ganar plata, por eso es la ciudad del tiempo congelado. Los negocios duran décadas y aunque se pongan flojos siguen igual, sin cambiar ni un milímetro hasta que el dueño se muere. A veces incluso siguen los hijos, exactamente igual a como funcionaban hace 40 años, hasta venden exactamente las mismas cosas.

Es cuestión de ver muchos negocios tradicionales de la ciudad como la Ferretería Gardilcic, las panaderías Huanca o Las Delicias, la Importadora Chadid, el Chino José o Lichan Zu, siguen idénticas año tras año. Cuando la gente vive contenta no quiere cambiar, le gustaría que todo siguiera igual hasta que se mueran y por eso enseñar o promover la innovación es una especie de herejía.

Cuando un negocio tradicional se cierra es un acontecimiento trágico, tal como una muerte y muchas veces está asociado a la muerte del dueño. El cierre del Cuchi-Cuchi en la costanera sur, la fuente de soda de doña Peta en Mackenna con Maipú, el bar Quitapenas frente al cementerio, la tía de las parrilladas del Club Ferroviario, el cierre de cada uno de esos negocios ha marcado el fin de una época en la ciudad.

Algo parecido pasa con la bohemia nocturna, los locales de strip-tease que en Arica de los sesentas fueron los mejores de Chile. Recuerdo como si fuera hoy cuando mi amigo Mauricio arrendó el local de la boite Manhattan ("si no conoce el Manhattan no conoce Arica") para colocar una ferretería. Estaba todo en ruinas, el escenario, las mesas. Antes de cambiarse nos llevamos una radio a pilas y unas amigas para hacer la última noche del Manhattan, menos mal que no tenía cámara fotográfica en esos años. Después cayeron todos los demás locales, uno por uno: el Blue Star, el Africa 2000, que desastre.

Hoy la vida nocturna cambió su estructura, la única gracia que tiene ir a una disco es tomar hasta quedar botado. Algunos locales todavía tratan de sobrevivir al viejo estilo, hace un par de días fuimos con McDonnell al Rapa Nui y está más o menos igual, Tom me comentaba el excelente pub inglés que se podría hacer allí usando las mismas instalaciones, que hereje.

Unos pocos lugares incluso han sido resucitados, por ejemplo el Parador Turístico a la entrada de la Isla del Alacrán fue resucitado por Pescetto, después que le negaron la renovación del permiso de su local en Chinchorro. Debe ser el mejor local de Arica para tomarse un trago y comer algo ligero en la noche. El parador tuvo sus años de gloria en los ochentas y parece que ahora va por el repechaje.

Otro de los locales más tradicionales de la ciudad es el "Cuchi-Cuchi de los pobres", cuando estaba de moda el Cuchi-Cuchi en Playa Brava y todo el mundo iba para allá, era algo caro, entonces apareció la alternativa más económica al otro extremo de la ciudad: un almacen-botillería que funciona sin interrupción desde que yo estudiaba en la universidad en los ochentas.

Ayer veíamos el partido de fútbol donde mi amigo Oscar, que vive en el edificio Orotambo de la playa y se nos terminó el trago, así es que bajamos al Cuchi de los pobres a buscar refuerzos, estaba igual que hace 30 años, me acordé de estos locales que nunca cambian en Arica. Ojalá sigan iguales para siempre. Son indispensables.

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